martes, 4 de agosto de 2009

Brote

… a Héctor Viel Temperley.

¿Qué brota cuando la alergia atosiga?
Supone aquel hombre que —en la emanación inmediata— el cuerpo exhala lo que la mente negó revelar al día. A aquella niña le llega otra intriga con la pregunta; no sabe de alergias o dolores.
El perro mueve la cola y no me dice nada. Las sombras de la pequeña plaza empiezan a bailar cuando las cruzo. Cansado de preguntar a la vida sobre este misterioso asunto, echo el cuerpo a descansar en un banco que mira hacia el sur.
¡Esta enfermedad me tiene loco! ¿Cómo es posible que el cuerpo revele de esta forma el bienestar interno? Tal vez nuestro interior no esté tan saludable como creemos. ¿Y si la brotación es una frase que pronuncia el cuerpo? Tal vez sólo quiera hablar un poco para distraerse de su eterno silencio. O quizá simplemente sea una furia, una furia brava de la piel que habla, un aviso de que también existe para echar conversación con la mente, además de la vasta lengua y su abecedario.
Creo que es culpa. La pena contenida que necesita un poco de libertad dominguera. Polvillo cae en la piel. Entonces, ¡me broto todo! Y el perro no me contesta y la niña no me comprende y del hombre: solo su olor huyendo por la cuadra.
¡Todo brotado! ¡Nadie me escucha! Echado sobre el banco, sólo resta esperar que mi cuerpo termine su conversación con la plaza.

28 de septiembre de 2008.




©: Felipe Herrero, 2009. Este texto forma parte del libro de cuento y relato "Bajo nieve".

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