sábado, 4 de julio de 2009

Trío (fragmento)


Partimos del Puerto de Olivos a las diez de la mañana; si el tiempo nos era favorable, a más tardar a las doce y media, una de la tarde, estaríamos en el Puerto de Yates de Colonia. No fue así, ese día no hubo ni una puta brizna de viento, entonces Carlo aprovechó para explayarse al contarme sobre su proyecto.

—Ya me puse en contacto con los políticos, ahora falta sobornar al ejército. ¡Toda plata que recuperaríamos a más tardar en dos años! Hablamos de poner todo a precio extranjero, desde luego…— Miraba a Carlo y no entendía si lo que me estaba diciendo era un chiste o aun peor, en serio. —… A los negritos los sacamos con cien pesitos cada uno y ya está. Si arman jaleo usamos al ejército contra ellos, total a quién le importan.

—Carlo, es una movida demasiado grande, muy costosa y un delirio. Descontando que es un peligro. ¿Y si sale mal qué vas a hacer? ¿Eh? Toda la villa atrás tuyo no es un panorama agradable.

—Pero los negritos no son el problema, escuchá lo que te digo. Un plan bien armado es infalible, y tengo un par de ideas. Sí sale bien nos vamos a llenar de guita. Lo primero son los inversionistas, necesitamos plata para tener al ejército a favor. A los políticos ya los tengo en la manga. ¿Vos tenés los campos de tu viejo? ¿No?

—Sí, pero…

—Bueno, ¡Ahí hay algo! ¿Por qué no se los vendes a esa empresa extranjera que los quería? ¡Yo sé lo que te digo Rubén! nos vamos a llenar de guita con las remodelaciones en la isla La Maciel. Ya imagino, playas blancas… Francesitas que vomitan euros tomando el sol de Avellaneda… Bañistas alemanes zambulléndose en las frescas aguas del Riachuelo. Siempre y cuando los políticos cumplan con su parte del trato al limpiar el Riachuelo, claro está. Masajistas desatando la espalda a oficinistas en su recreo…

—Estás re loco…

—¡No! Escuchame Rubén, no me maté durante ocho años en la Facultad de Arquitectura para voltearme a cuanta minita se me cruzara por adelante…

—¿No?

—… Me hice arquitecto para hacer de la basura porteña un montón de guita. Y si vos sos mi inversionista con esos campos de la patagónia te juro que va a ser lo mejor que hagas de tu vida. ¿Por qué mierda no los vendiste ya? Toda tu familia ya se fue al otro lado.

—¿Y mi hermana?

—Dejala ahí, donde está… Está bien donde está.

—Sí, te la volteaste tanto que la dejaste con amnesia.

—No viene al caso, no te va a romper con el dinero. Vos lo dijiste, se olvida de todo…

Carlo estaba convencido de lo que quería hacer, yo no tenía oídos a lo que escuchaba. Este hombre está completamente loco, me decía. Lo veía hablar sin parar, con la emotividad de un adolescente. Ya no escuchaba sus palabras y me perdí en las pequeñas olitas bajo nosotros y en una minúscula brisa que tocó de momento los pelitos de mi amigo, el loco.




©: Felipe Herrero, 2009. Este fragmento forma parte de la nouvelle "Trío".